viernes, 10 de agosto de 2012

Historias cortas.

La noche era oscura, negra. Nada podía iluminarla, estaba llena de estrellas, pero sus luces no eran tan potentes para iluminar el camino de vuelta a casa.
Iba vagando sin rumbo fijo, despacio, paseaba sumida en mis pensamientos.
Tenía una lucha mental que ni yo misma sabía organizar.
Hacía escasos días, había habido luna llena, enorme y preciosa iluminando todo con su luz. Cada paso era más fácil darlo, no dudaba porque sabía que podía verlo todo gracias a su luz blanca.
Pero eso ya había pasado al olvido, esa luna llena fue menguando poco a poco  hasta desaparecer del firmamento.
De repente, pierdo la inconsciencia y me doy cuenta de que hay un camino nuevo, y decido probar a ir por ahí.
Total, estaba todo oscuro, nada iba a ayudarme o hacerme daño.
Entonces vuelvo a sumirme en mi inconsciencia y sigo andando sin mirar nada mientras le doy vueltas a mis pensamientos.
Sin darme cuenta, me choco con algo.. No, con alguien.
Estábamos solos, ese alguien parecía que también vagase sin rumbo específico.
Entonces vio mis lágrimas, vio mi tristeza, mi agonía.
No había nadie más allí, podría haberme hecho lo que quisiera y luego irse sin dejar rastro, pero decidió quedarse, hablar conmigo, y hacerme sonreír.
Ahí nos quedamos, los dos, hablando de nada y a la vez de todo. Conociéndonos.
Poco a poco se iba haciendo de día, pasaban los días, las semanas... 
Caminando a su lado, no parecía tan oscuro el camino.
No me daba tiempo a sumirme en mis pensamientos. Ni yo le dejaba a él perderse en los suyos.
Aquel día podría haberme hecho lo que quisiese, pero decidió hacerme sonreír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario