jueves, 13 de junio de 2013

¿Dónde te ves dentro de unos años?

Está todo negro, silencioso. Escuchas respiraciones pero no puedes ver a sus dueños.
Estoy descalza, asustada, con unos nervios increíbles y con los ojos cerrados. La respiración me juega una mala pasada y hace que no pueda dejar de hiperventilar. Escucho el corazón tan fuerte en mi pecho, que parece que está gritando.
Dan la señal, escucho cómo suben el telón y espero que toque mi parte.
El escenario es enorme, pero ya no tengo miedo, ni nervios, ni nada. Soy otra persona, soy un personaje, soy todo lo que quiera ser... Menos yo misma. Las respiraciones siguen estando, sé que están ahí observando cada paso que doy, cada palabra que digo. Se ríen, incluso aplauden de vez en cuando. Pero yo no puedo dejarme llevar por sus reacciones y reir con ellos o aplaudir. Yo simplemente no soy yo.
Termina la obra, y con ella se escuchan millones de aplausos, ni siquiera sabes desde dónde están aplaudiendo, pero sabes que todo eso va dirigido a tu trabajo y de tus compañeros. Encienden las luces de las butacas y veo cómo está lleno el aforo del teatro, hasta en los palcos hay gente. Unas 3.000 personas aplaudiendo, riendo y de pie silbando por nuestro trabajo. Inevitablemente me pongo a llorar y abrazo a mis compañeros. Y eso es, esos abrazos y lágrimas son el mejor regalo. Estar con ellos, haber sido otra persona por unas horas y que a la gente le haya emocionado y gustado. Sentir que toda esa gente estaba allí para verme, para ver a ese personaje. Las lágrimas inundan mis mejillas y mi corazón. Siento tan fuerte que hasta me duele... Es el mejor lugar del mundo, y sobretodo las mejores sensaciones.
Es mi casa.
Es mi vida.
Es mi sueño.
Es actuar.
Es el teatro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario