viernes, 31 de agosto de 2012

Esclavos.

A ella le gustaba todos y cada uno de sus "defectos", todas y cada una de sus virtudes.
Ella era capaz de tirarse horas y horas hablando con él porque aprendía mil cosas nuevas, porque se quedaba hipnotizada escuchándole hablar.
Ella observaba sus ojos, podía ver cuánto dolor había escondido en ellos. Ella conseguía ver más allá de lo que él le dejaba ver.Por mucho que no quisiera dejarlo ver. Y mirándole embobada, apoyaba frente con frente dejando su nariz a la altura de sus labios, y así se podían quedar. Ella besaba su nariz haciéndole rabiar de mil maneras.
Otras veces apoyaba nariz con nariz y se quedaba observando sus ojos, y cuando él la miraba, ella sonreía sin saber la razón. Consiguiendo arrancarle una vergonzosa sonrisa a él. Y sin decir ninguna palabra y mirándose aún a los ojos, restregaban sus narices como dos niños en un juego.
Ella está orgullosa de haber tenido la oportunidad de haberle conocido, de haberle tenido en su vida.
Si pudiera elegir, elegiría seguir teniéndole de amigo muchos años más.
Pero son esclavos del tiempo, y es el único capaz de decidir si sus vidas van a seguir estando cerca, o acabarán quedándose como completos extraños.

El tiempo.

Nos hacemos mayores casi sin darnos cuenta. El tiempo deja mella en nosotros poco a poco, pero va demasiado deprisa.
Cuando te quieres dar cuenta, se ha pasado tu verano. Se ha pasado tu cumpleaños, vuelven las clases.
Crecemos con los años, aunque los daños nos hagan madurar.
La vida va demasiado deprisa, como para que nos paremos en ella a estar deprimidos, a dejar de sonreír porque algo nos ha hecho daño.
Cada cosa tiene su cometido.
Acción, reacción.
Por mucho que duela, por mucho que joda, sabemos que las personas tienen que entrar y salir de nuestras vidas.
Yo no quería que él se fuera, y aquí estoy. Sin él desde hace cuatro meses. 
Desperdiciando mi vida deprimida por saber que no va a volver.
Pero todos tenemos que asumir que si algo se ha ido, es o bien porque ya volverá, o bien porque no hacía bien en tu vida.
O bien porque al irse ese algo, es porque entra algo mejor en nuestras vidas.
Cuando nos queremos dar cuenta, puede que le estemos diciendo Te quiero a una persona que nos hará llorar.
Estaremos entregando nuestro corazón a alguien que puede que sepa cuidar de él, o puede que al final acabes siendo una noticia más de maltrato en un periódico.
No sabemos lo que nos va a deparar la vida, sólo sabemos que hay que vivirla, que pase lo que pase, tenemos que luchar por conseguir aprender más y más.
Encontrar nuestras metas, encontrar a la persona que va a hacerte feliz.
Todo en esta vida tiene su causa y efecto. Y aunque nos duela, tenemos que aprender a esperar y ver como todo al final acabará teniendo su consecuencia buena..

Llega el otoño.

Ir andando por la calle, el sol aún no ha salido. El cielo está teñido de colores anaranjados y violetas.
Está amaneciendo.
Si observas tu entorno puedes encontrarte miles de cosas que antes no podías ver.
Las calles están desiertas, son las siete de la mañana.
El frío hiela tu cuerpo de pies a cabeza, pero no hace el suficiente para ponerte una chaqueta gorda, sino que llevas una simple sudadera de capucha con cualquier cosa escrita en ella.
Pantalones largos y zapatillas de deporte como complemento a la sudadera.
Inhalas por la nariz y hueles ese característico olor a lluvia... posiblemente algún resquicio que haya dejado alguna de las nubes que rondaban el cielo por la noche.
Se va aclarando cada vez más el cielo, entonces puedes poco a poco observar cosas nuevas.
El césped tiene su bonito color verde, ese verde en el que has pasado todo tu verano tumbado jugando a las cartas, escuchando música, de cachimbas con los amigos...
Los árboles parece que están empezando a cambiar sus ojas, ya no son verdes, sino que sus colores pasan por toda la gama desde el rojo, pasando por el amarillo y el naranja, hasta el marrón.
Sabes que en breves esas hojas inundarán los suelos dejando un paisaje enternecedor.
Entonces tu cabeza se desvía, deja de observar el entorno. Se da cuenta de cada pequeño detalle.
Ya no hay pájaros cantando, hace demasiado frío para que estén despiertos a estas horas.
Entonces... ¿tú qué haces despierto a estas horas y en la calle ya?
Ir a clase.
Poco a poco se va inundando tu cabeza de imágenes confusas.. piscina, playa, amigos, fotos, cachimbas, cartas, noches enteras de risas, estrellas fugaces, camisetas de tirantes y pantalones cortos.
Y te fijas que eso ya se ha terminado.
Te das cuenta de que ha llegado el otoño. 
Y con él han empezado las clases, se han terminado las vacaciones y tú ni te has dado cuenta de que hayan pasado tan deprisa. Con el otoño llega un nuevo curso, un año más. 
Llega el frío. 
Y todo eso es..
Porque ha llegado el otoño.

viernes, 10 de agosto de 2012

Historias cortas.

La noche era oscura, negra. Nada podía iluminarla, estaba llena de estrellas, pero sus luces no eran tan potentes para iluminar el camino de vuelta a casa.
Iba vagando sin rumbo fijo, despacio, paseaba sumida en mis pensamientos.
Tenía una lucha mental que ni yo misma sabía organizar.
Hacía escasos días, había habido luna llena, enorme y preciosa iluminando todo con su luz. Cada paso era más fácil darlo, no dudaba porque sabía que podía verlo todo gracias a su luz blanca.
Pero eso ya había pasado al olvido, esa luna llena fue menguando poco a poco  hasta desaparecer del firmamento.
De repente, pierdo la inconsciencia y me doy cuenta de que hay un camino nuevo, y decido probar a ir por ahí.
Total, estaba todo oscuro, nada iba a ayudarme o hacerme daño.
Entonces vuelvo a sumirme en mi inconsciencia y sigo andando sin mirar nada mientras le doy vueltas a mis pensamientos.
Sin darme cuenta, me choco con algo.. No, con alguien.
Estábamos solos, ese alguien parecía que también vagase sin rumbo específico.
Entonces vio mis lágrimas, vio mi tristeza, mi agonía.
No había nadie más allí, podría haberme hecho lo que quisiera y luego irse sin dejar rastro, pero decidió quedarse, hablar conmigo, y hacerme sonreír.
Ahí nos quedamos, los dos, hablando de nada y a la vez de todo. Conociéndonos.
Poco a poco se iba haciendo de día, pasaban los días, las semanas... 
Caminando a su lado, no parecía tan oscuro el camino.
No me daba tiempo a sumirme en mis pensamientos. Ni yo le dejaba a él perderse en los suyos.
Aquel día podría haberme hecho lo que quisiese, pero decidió hacerme sonreír.

jueves, 9 de agosto de 2012

Silencio.

El tick-Tack de un reloj sonaba en la esquina más alejada de aquel viejo escritorio de madera.
No podía dormir, un extraño dolor me dejaba sin repiración.
Esa horrible presión en el pecho volvía a aparecer.
Tumbada, boca arriba intentando que el aire entre en mis pulmones, que se hinchen para poder seguir.
Me tiembla todo el cuerpo, el corazón grita muy fuerte intentando que lo oigas.
Ya no puedo más y me rompo en mil cachos.
Dejo que mis lágrimas fluyan por mi cara, pero no porque no quiera evitarlo, sino porque ya me he atragantado de evitar que salgan.
Tengo la almohada abrazada muy fuerte, y opto por quedarme sentadqa con la cabeza apoyada en ella. Así se amortiguan mis intentos por respirar y mis sollozos.
Quiero gritar, pero no me sale la voz. Necesito correr, pero mi cuerpo no responde. Debería respirar, pero lo único que sé es ponerme a pensar, darle vueltas a todo en la cabeza.
Cada vez me falta más y más el aire. A cada segundo, mi corazón late más fuerte.
Poco a poco voy perdiendo la fuerza, no sé cómo, pero dejo de agarrar la almohada y se me van cerrando los ojos.
Cada vez oigo más lejos el sonido de los tambores que es mi corazón, no veo nada, no puedo respirar.
El nudo de la garganta se hace tan denso que no puedo tragar saliva.
Y cuando me doy cuenta estoy tumbada en la cama, en una postura poco cómoda, pero mi cuerpo no responde.
BumBum. intento coger aire. 
BumBum. No puedo abrir los ojos.
BumBum. No puedo respirar.
BumBum. BumBum.BumB...
Silencio.