lunes, 11 de agosto de 2014

La súper luna.

Estoy sentada con la luna contándole mis penas, y no parece tan estúpido ponerse a hablar de amor con alguien que quiere ser madre.
"Y si el niño llora, menguará la luna para hacerle una cuna."
Es una de esas noches de Jazz en blanco y negro, con el vaso de un whisky doble con hielo y un puro filosofando sobre la vida; solo que el escenario es el patio de mi casa de noche, la música de fondo son los silbidos del viento entre los árboles, y el puro y el whisky son una taza de nesquick con leche. Pero la esencia sigue siendo la misma.
Y la luna no deja de decirme que deje de lloriquear y que aprenda a mantener cerca a las personas que quiero, y creo que tiene razón, pero qué difícil es que pasen los días tan rápido y no disfrutes de la vida como es debido.
Es malo echar de menos. O no. Bueno... Yo qué sé.
Supongo que las noches así de incertidumbre masticando almohada me sirven para desahogarme a mi manera aquí.
Creéis que no digo nada, pero es difícil hablar cuando las paredes oyen, y queda más bonito que se de por aludido quien quiera y ser yo la única que sepa por quién van mis palabras sin sentido y mis entradas largas que no dicen una puta mierda.
Debería censurarme al hablar, pero ya me censuro la vida demasiado, porque enseñar las cartas hace que no puedas tener una buena jugada. Así que yo seguiré soltando tacos, durmiendo sola, mordiéndome las uñas y soñando despierta... El resto lo dejo para quien lo quiera entender.

Buenas noches.

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