jueves, 20 de junio de 2013

La mejor vida.

Hoy, 20 de junio de 2013, voy a volver al sitio donde empezó todo.
Voy a ir al primer escenario en el que me subí, desde entonces he hecho lo posible por estar subida a un escenario cada poco tiempo. Exactamente ayer y antes de ayer estrené dos obras nuevas con mis compañeros. Aún no se me ha quitado la sensacion de adrenalina en el alma.
Me siento orgullosa de volver a ir al sitio donde empezó todo. Donde poco a poco voy subiendo escaloncitos hasta convertirme en actriz de verdad.
Pero lo más grande es que hoy no voy allí a actuar, sino que voy de público.
Esto de pasarme media semana metida en un teatro, es de las mejores vidas que puede haber.
Al menos me subiré un rato a ese escenario que fue el primero de muchos que llené. Que no me hace falta que llenarlo signifique tener a 2.000 personas viéndolo. Pero aunque fueran 10, a mí me haría sentirme como si fuesen 10.000.
Así que nada, vamos a recordar lo que fue mi primera vez.

domingo, 16 de junio de 2013

jueves, 13 de junio de 2013

¿Dónde te ves dentro de unos años?

Está todo negro, silencioso. Escuchas respiraciones pero no puedes ver a sus dueños.
Estoy descalza, asustada, con unos nervios increíbles y con los ojos cerrados. La respiración me juega una mala pasada y hace que no pueda dejar de hiperventilar. Escucho el corazón tan fuerte en mi pecho, que parece que está gritando.
Dan la señal, escucho cómo suben el telón y espero que toque mi parte.
El escenario es enorme, pero ya no tengo miedo, ni nervios, ni nada. Soy otra persona, soy un personaje, soy todo lo que quiera ser... Menos yo misma. Las respiraciones siguen estando, sé que están ahí observando cada paso que doy, cada palabra que digo. Se ríen, incluso aplauden de vez en cuando. Pero yo no puedo dejarme llevar por sus reacciones y reir con ellos o aplaudir. Yo simplemente no soy yo.
Termina la obra, y con ella se escuchan millones de aplausos, ni siquiera sabes desde dónde están aplaudiendo, pero sabes que todo eso va dirigido a tu trabajo y de tus compañeros. Encienden las luces de las butacas y veo cómo está lleno el aforo del teatro, hasta en los palcos hay gente. Unas 3.000 personas aplaudiendo, riendo y de pie silbando por nuestro trabajo. Inevitablemente me pongo a llorar y abrazo a mis compañeros. Y eso es, esos abrazos y lágrimas son el mejor regalo. Estar con ellos, haber sido otra persona por unas horas y que a la gente le haya emocionado y gustado. Sentir que toda esa gente estaba allí para verme, para ver a ese personaje. Las lágrimas inundan mis mejillas y mi corazón. Siento tan fuerte que hasta me duele... Es el mejor lugar del mundo, y sobretodo las mejores sensaciones.
Es mi casa.
Es mi vida.
Es mi sueño.
Es actuar.
Es el teatro.

miércoles, 12 de junio de 2013

Reflexiones.

La vida es demasiado puta, y cada día tenemos menos dinero.
Nadie nos ha enseñdo nunca cómo tenemos que vivir.
Nuestros padres desde pequeños nos han educado para que poco a poco vayamos creciendo por su camino, hasta que nos volvemos unos rebeldes y elegimos nuestros propios caminos alternativos para dar un día con el importante.
Pero, ¿Y qué pasa cuando nuestro camino se ve interrumpido por otra persona, se mete de lleno en tu vida y después se va sin avisar?
Nos quedamos destrozados, sentimos por primera vez lo que de verdad es vivir. Porque vivir no siempre tiene cosas buenas, estamos demasiado acostumbrados desde pequeños a que las cosas sean fáciles. Pero a medida que vamos creciendo, nuestra vida se complica.
Aprendemos lo que duele caerse, hacerse una herida, y que mami no llegue y te abraze hasta que dejes de llorar. No. Aprendemos que nosotros mismos tenemos que curarnos la herida poco a poco, hacer que deje de sangrar, taparla, y esperar a que cicatrice.
Nuestras madres intentan protegernos de todo lo que está en sus manos, pero ¿Acaso pueden protegerte del dolor en el pecho cuando alguien no es realmente lo suficiente en tu vida para quedarse y se ha ido? No, claro que no. Porque en eso consiste ser humanos, en sentir dolor, sentir. Sentimos porque estamos vivos, porque tenemos sentimientos. El único consuelo que nos queda cuando nos hacen daño es que algún día se curará y que al menos somos capaces de sentir.
Hay días en los que duelen tanto las cosas, que ojalá no tuviese poder de sentir. Otros, que siento tan fuerte las alegrías y emociones, que desearía guardar un poco en un baúl y poder sacarlo cuando más lo necesite.
Al menos nos queda el consuelo de que estamos vivos.
O no.