martes, 25 de diciembre de 2012

Historias cortas 3.

Acerca su brazo a la mesita que se sitúa al lado de su chaise longue para recoger su copa de brandy con hielo.
Se la acerca muy despacio a los labios. Esos labios carnosos pintados de rojo sangre, con unos dientes perfectamente pulidos con un blanco luminoso y unos colmillos realmente afilados sobresaliendo un poco entre sus labios.
Bebe sin apartar los ojos de mí.
Esos jodidos ojos negros, negros como la noche, no sé diferenciar su iris de su pupila. Están rodeados por unas pestañas frondosas y largas pintadas. Joder, son tremendamente grandes y negros. Intimidan con cada pestañeo, envían ráfagas directas hacia mi inescrutable cara de póker.
Tengo miedo, esta mujer es capaz de intimidarme estando simplemente sentada en su sillón con las piernas largas cruzadas dejando ver bajo la abertura lateral de su vestido rojo burdeos unas perfectas piernas carnosas y un poco musculadas y muy largas.
El vestido le sube ceñido por el torso volviéndose en el ascenso a sus pechos más oscuro hasta convertirse en negro.
Lleva un insinuante escote que deja ver un poco de sus bellezas y su marcada clavícula en la parte inferior de su cuello.
Sigue mirándome sin apartar esa sonrisa roja siniestra y esa mirada escalofriante.
No puedo moverme, todo está rodeado de señales que no puedo ver de que esta mujer es peligrosa, pero no puedo moverme.
Entonces ella se levanta, y puedo ver entonces lo alta que es gracias a sus tacones abiertos en los que puedo apreciar unos bellos pies con las uñas perfectamente cuidadas.
Es más bajita que yo, pero no mucho.
Se acerca despacio a mi, con esas largas piernas, enseñándolas a través de esas aberturas laterales con cada paso que da hacia mi.
Cambia la forma de mirarme, ha pasado de ser fría y llena de oscuridad, a estar llena de vida, llena de algo que no consigo averiguar.
Con cada paso que da, me pongo más y más tenso.
Se acerca hasta quedar situada a tan sólo unos pocos centímetros de mi.
De repente cierra los ojos y los vuelve a abrir para mirarme escondida en esas pestañas enormes haciendo que mi corazón deje de estar ligado a mi y se ponga a dar una sonata él sólo.
Mi respiración se acelera acompasándose con el ritmo de mi corazón, y no puedo evitar abrir inconscientemente la boca. La boca seca.
Ella posa su mano encima de mi lado izquierdo del pecho, justo encima del corazón y se acerca cada vez más a mí.
Yo no sabía que esto iba a pasar, no sabía a lo que me atenía cuando llamé a su puerta y me metí en su despacho negro y rojo lleno de velas.
Tenía miedo de lo que me podría encontrar cuando entrase, podría haber desde un perro de tres cabezas hasta un hombre con cabeza de toro.
Pero me asombró darme cuenta de que lo que había era una preciosa mujer sentada en un sillón largo esperándome. A mí.
Se acerca despacio a mi cara, se queda a escasos centímetros de mi boca, y me da un casto beso en los labios.
Sabe dulce, a alcohol y a algo más.. ¿a despedida? entonces sonríe enseñando todos los dientes y entonces sé que ya no hay marcha atrás. Que no me puedo arrepentir de esto.
Se acerca a mi clavícula y la pasea despacio con su lengua desabrochándome despacio los botones de la camisa y dejando que caiga por mis brazos hasta el suelo.
Entonces se apoya en mis brazos para poder estar un poco más alta y pasea su lengua por mi cuello haciendo que cierre los ojos y separe aún más la boca sacando un gemido casi inaudible de ella.
Llega a mi cuello, y allí sonríe con la boca pegada a mi piel.
Ya está, ya no hay vuelta atrás.
Clava sus colmillos en mi cuello y dejo de tener percepción del mundo.
Es el principio de algo nuevo.
Es el fin.

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