sábado, 11 de enero de 2014

Duele cuando inspiras.

Yo ya no escribo para nada, y para nadie, escribo solo por todas aquellas veces en las que respiras y duele, en las que todas las heridas deciden escocer muy fuerte en el mismo momento.
Y qué jodido es eso de tener muchas heridas, oye,  porque al final te das cuenta de que lo único que pasaba todo ese tiempo es que no has estado más que roto, que por fuera tienes una coraza dura como el diamante, pero por dentro eres tan frágil como el cristal.
Y qué putada eso de querer a alguien, ¿no os parece? porque apreciar es muy fácil, pero querer duele. Y duele mucho.
Querer duele tanto, que duele en cualquier sitio un día cualquiera sin ningún motivo, como que puede doler volver a pisar un lugar.
¿A quién escribimos cuando duele? Porque yo ya no sé quién me duele, si tú, si él, si la pérdida, si la ignorancia, si aquél, o si la falta de todo eso.
Escribo porque el corazón tiembla y se descompone y expulsa palabras sin sentido de él cual sangre chorreando.
Mi corazón es el culpable de que duela querer, porque si ambos, él y yo, nos llevasemos mejor, no dolería nada porque me importaría una mierda tú, él, aquél, aquellos y todo el tiempo que perdí en todo eso.
-Querido corazón, deja de hacerme daño.
Querida cabeza, deja de pensar.
FDO: Alguien a quien le duele.

viernes, 3 de enero de 2014

Lluvia, gatitos y días grises.

Por odiar, diría que es probable que odie el frío y la lluvia, y ante todo los días grises, aunque odiar es una palabra muy fuerte, a mí me gusta decir que simplemente me desagradan. Pero hoy me he dado cuenta de que este ambiente gris y la música de la lluvia de fondo saca mi lado más creativo y filosófico.
Hoy, a parte de la reflexión de que la lluvia es capaz de sacar mi lado más elocuente y creativo, me he dado cuenta de que los animales dependemos de un sentimiento clave que nos mueve, y que a partir de él se generan otros sentimientos.
El cariño.
Os parecerá una tontería, pero es verdad, y no solo giramos en torno al cariño, sino que dependemos de que otro ser vivo nos de ese cariño.
Desde pequeños vivimos desde el cariño que nos da nuestra familia, y según crecemos damos nosotros ese cariño a otras personas y a los animales. Un gato no va a reaccionar de la misma manera con su dueño que cuando un desconocido intenta darle cariño, porque depende de él y de sus mimos. Cuando estamos bajos de cariñosidad (me invento palabras porque puedo, los artistas lo hacemos constantemente) buscamos de cualquier forma que otro corazón latiente nos dé ese cariño. Cuando estamos tristes abrazamos a nuestros animales, o vienen ellos a nosotros a rebozarse de la forma que lo hacían con sus madres cuando eran crías para que les protegiese, ellos son nuestra tabla de salvación y nosotros la suya. Un gato cuando está mucho tiempo en una casa desconocida porque nos hemos ido de vacaciones o algo, cuando vuelves prácticamente no se aleja de ti, porque te echa de menos.
A lo que quería llegar con esta reflexión es que necesitamos una tabla de salvación que nos de el cariño que nos llena el corazón, como una droga. Y en ocasiones hay personas que son capaces de hacer que sintamos eso, ese cariño. Y hacen que tu cuerpo y tu alma estén en calma y felicidad (Sí, yo creo en eso de que tenemos alma y toda esa teoría como la de Platón), y aunque no nos demos cuenta, una persona que ni siquiera conocemos puede darnos ese cariño solo con una sonrisa.
Después del cariño se pueden sentir cosas más fuertes, como enamorarse, o incluso odiar. Pero la base empieza en un cariño, o una falta de él, una incompatibilidad.
Y bueno, quería decir que en mi vida he conocido y conozco a personas compatibles conmigo y que me dan ese cariño y me hacen feliz. (Y las que me quedan por conocer)
Yo soy como un gatito, cuando necesites cariño me voy a poner a restregar la cabeza en tu cuerpo y a ronronearte. El caso es qué personas se lo merecen y cuáles no.