viernes, 17 de mayo de 2013

Familia numerosa.

Llorar siempre ha hecho que me sienta débil, pero ¿qué le voy a hacer?
Llorando uno se puede desahogar hasta quitarse el nudo de la garganta.
Lloro porque no me gusta que las cosas terminen, y nunca he sabido decir adiós.
Y ahora parece que es la hora de decirle adiós a esa gente que me lleva acompañando dos años en los escalones que me llevan a cumplir mi sueño.
Haber entrado ahí ha sido una de las mejores decisiones que he podido tomar nunca, y me duele que se termine.
¿Quién me iba a decir que alguien como yo podría llegar alguna vez a cumplir ese sueño?
¿Quién se iba a imaginar que podía conocer a gente tan maravillosa alguna vez en la vida?
Con ellos aprendí que se puede llorar de emoción, que se puede abrir una persona a ellos y que ellos cuando termines de hablar llegarían y te abrirían todos juntos los brazos y te darían esa fuerza que necesitas día a día para seguir adelante y luchar junto a ellos para cumplir todos juntos una misma meta en la vida.
Con ellos, también aprendí que no se puede juzgar a la gente, que hace falta conocer a alguien para poder saber cómo es realmente.
Las clases también pueden ser divertidas, y no hace falta querer ser el mejor y aplastar a los demás, sino que ellos si ven que te quedas atrás te ayudan a subir las escaleras.
Con ellos subirse a un escenario es el mejor regalo del mundo, y al terminar con los aplausos del público, sus abrazos son realmente el mejor premio.
Con ellos aprendí lo que es tener una familia numerosa, con peleas y reconciliaciones.
Con ellos la vida es mucho más fácil.
Y es que nunca dejes de luchar por tus sueños, el espectáculo debe continuar.
Son la mejor familia del mundo, mi familia de Artes.

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