sábado, 16 de noviembre de 2013

Juguetes rotos.

Ya ves, pleno mes de Noviembre y está nevando.
Me asomo a la ventana y me quedo mirando cómo caen poco a poco los copos de nieve. Necesito salir a la calle para sentir eso. Soplo y sale vaho de mi boca, el cual desaparece de repente disuelto en el aire como leves gotitas de hielo flotando y vagando sin rumbo.
Como yo, que estoy en medio de la calle con la cabeza arriba mirando al cielo y dejando que el frío me cale hasta lo más profundo de mi ser. Aunque el problema de todo esto no es mi nariz o mis mejillas frías, la falta de sol y del canto de los pájaros; el problema es que por desgracia por dentro yo ya soy de hielo, y el frío que intento que me cale no hace efecto.
Es probable que haga más frío en el congelador que dentro de mis costillas.
Tengo los labios cortados ya de estar tanto tiempo esperando que pase algo, me lloran los ojos y se derrite la nieve en mis manos según cae, pero mi corazón no se estremece o se enfada, no siente nada.
Será que ya no tengo a nadie al que tirarle las bolas de nieve, o yo qué sé... será que estoy rota por dentro.
Y ya se sabe lo que dicen... los juguetes rotos van a la basura.